miércoles, 9 de septiembre de 2009

SOROLLA, EL ARTE DE DETENER EL MOVIMIENTO




Pido disculpas a los entendidos si no encuentran correctos los comentarios


Joaquín Sorolla autorretrato


El Museo del Prado ha albergado durante un tiempo, siempre escaso, una exposición sobre Sorolla. Yo acudí apenas 5 días antes de que fuese retirada para seguir su periplo triunfal. Aunque supongo que siempre fueron muy numerosas las visitas, el haber esperado hasta última hora, me privó de contemplar tanta belleza con el recogimiento que esa experiencia merece; no obstante, conseguí abstraerme para disfrutar de cada pieza de la valiosa colección.
No pretendo, a estas alturas, descubrir a Sorolla pero no puedo por menos que destacar su maestría para plasmar el aire, la luz... para detener el movimiento.
Todos los cuadros me impresionaron. He aquí algunos que me llegaron especialmente:

La vuelta de la pesca 1894
El agua, el viento, el esfuerzo...



Niños en la playa
Con unos trazos sabios logra el brillo del agua en sus cuerpos


Paseo a orillas del mar
Sublime esa gama de blancos. ¡Cuanta elegancia! Y ese mar Mediterráneo...


Desnudo de mujer
Profundamente enamorado de su mujer, la pintó repetidamente. Dicen que fue ella quien posó en este desnudo. Clotilde contempla ensimismada su anillo ¿Quizás para parecer ajena?

Raquel Meller
Este cuadro data de 1918, año en que nació Olga Ramos. Sorolla acudía con frecuencia a los espectáculos de Raquel y le mostraba su admiración dibujándole bocetos que, según testigos de la época, la cupletista destruía sistemáticamente. ¡Qué insensatez! ¿Verdad? El caso es que el hijo de Sorolla también acudía a los teatros donde ella actuaba. Cuentan que Raquel le prefería al padre; yo prefiero pensar que todo esto no es más que una leyenda urbana.


sábado, 5 de septiembre de 2009

EL MANTÓN DE MANILA

EL VISÓN DE LAS CHULAPAS

Olga Ramos solía decir: “Con un mantón sobre los hombros, me creo la reina del mundo” o “Yo no quiero visones, prefiero mantones”.
Nadie como ella para arrebujarse en su mantón o estirárselo, mano en alto con el empaque de su gran personalidad.
Pocas veces se vistió de madrileña prefería cubrir su traje de noche con un buen mantón.
Llegó a tener tanta afición que compró más de veinte aunque por el uso sólo son “ponibles” media docena, el resto reposan en su “Museo”.


El mantón aunque se llama de Manila procede de China. Parece ser que esta es la explicación: Todo el comercio que en aquella época llegaba desde Oriente a España, pasaba por la aduana de las Islas Filipinas que eran españolas. Entraban por el Sur hasta Sevilla y algo que muy pocos saben: no tenían fleco. Este precioso remate se le ocurrió a un artesano sevillano que añadiendo ese elaborado trabajo árabe dio al mantón un acabado espectacular y mucho más valor.

¡Cómo lo manejaba a sus 85 años!

Y ahora algunos consejos:

1ª- A veces me preguntan si se colocan de pico o doblado a la mitad. Pues depende del tamaño; si es grande (1.50 cm de lado, aprox.) hay que doblarlo para poderlo manejar y si es mediano o pequeño (1.20 cm aprox.) mejor de pico. Nada tiene que ver que se lo pongan en Sevilla o en Madrid.

2ª- ¿Cómo guardarlos? Nosotras los ponemos en una percha gruesa forrada para que no se enganchen. Así los flecos no se rizan y tienen buena caída. Lo que no pueden es eternizarse en el armario. Hay que darles aire, vamos, hay que ponérselos.

3ª - Si los flecos están muy enredados… ¡Paciencia! Porque se pueden desenredar. Sólo se necesita tiempo. Colocar el mantón sobre una mesa grande y sentada frente a él, se moja la yema de los dedos en un bol con agua y algo de suavizante entonces, uno a uno, hay que tirar suavemente de ellos desde el extremo unido a la tela a la punta, alisándolos y formando manojitos de flecos que se van atando con un lazo suave. El mismo peso del fleco húmedo lo irá estirando.



4ª- ¿Cómo ponérselos para que no se caigan? Queridas, eso ya es más difícil. Yo creo que el truco está en dominar al mantón y no dejar que éste les domine. Pónganse frente al espejo y coloquénselo con parsimonia, siempre cubriendo un hombro, esa es una buena forma para que no se caiga. Y olviden las lentejuelas, abalorios o cualquier adorno en donde puedan engancharse. Y, por supuesto, nada de imperdibles… ¡Válgame Dios!

Y por último: ¡No lo laven nunca ni lo lleven al tinte. A nosotras nos destrozaron dos maravillosos y mi madre lavó uno precioso valenciano y las hojitas verdes de las flores destiñeron.

martes, 1 de septiembre de 2009

RAQUEL MELLER, LA "CANTACTRIZ" DEL CUPLÉ

LOS OJOS DE RAQUEL

Los ojos de Raquel son turbadores,
profundos, penetran;
puerta o muralla según convenga.

Nocturnidad misteriosa,
inmortales
únicos
¡Raquelianos!

Ojos divinos
apagados por la Parca
despiertan
a la sutil invocación
para inundar de luz otro milenio

Olga María Ramos

RAQUEL MELLER -Tarazona 1888- a la que Olga Ramos calificó como la cantactriz del cuplé, tuvo la peculiaridad de hacer famosos cuplés que en otras habían pasado desapercibidos; así ocurre con “El relicario”, “Nena” o “La Violetera”. Delicadísima en “Flor de té, “Bajo los puentes del Sena” o “Mala entraña”, jamás caía en la cursilería ni en el exceso porque el cuplé es tierno y hay que mimarlo como ella lo hacía. Le bastaba un gran foco en aquellos maravillosos ojos para que el público quedara cautivo de la intensidad de su mirada, su gesto exacto… su arte.




Fue, sin duda, la más internacional de las cupletistas de su época, obteniendo triunfos memorables en Paris o Nueva York.
Musa de Chaplin o Sorolla, fascinó a través del tiempo. Fue admirada y envidiada, gajes de un oficio en el que no te perdonan el éxito.




Como sería interminable relatar su intensa vida artística, déjenme que me detenga en el último tramo de su existencia.
Raquel Meller falleció el 26 de Julio de 1.962 en el hospital de la Cruz Roja de Barcelona, ciudad que había elegido para su retiro. La noticia corrió como la pólvora. Su hijo no se había separado de su cabecera ni un instante y allí permaneció hasta que se llevaron el cadáver.
La Capilla ardiente se instaló en el propio hospital. Cerraron las manos de Raquel sobre su querido rosario, que siempre la había acompañado. En su pecho depositaron un escapulario de la Virgen del Carmen y sus tres condecoraciones favoritas: La Gran Cruz de Alfonso XII, Las Palmas Académicas Francesas y la Legión de Honor.
Su entierro fue multitudinario. Miles de personas siguieron el cortejo fúnebre hasta el cementerio del Sudoeste. Sus amnésicos compatriotas habían recuperado la memoria. Y es que, como dijo Borges, “ESPAÑA, ES EL PAÍS QUE MEJOR ENTIERRA”