jueves, 27 de agosto de 2009

EL VIOLÍN DE OLGA


La calidad de su voz y el arte para reinventarse el cuplé desdibujaron, seguramente, una de las peculiaridades de Olga Ramos: su faceta de violinista. Con calificación de sobresaliente y un flamante diploma de Primera Clase otorgado en 1941 por el Real Conservatorio de Música de Madrid, Olga inició su andadura artística como concertista de violín. Reclamada por los mejores cafés concierto de la época, recorrió España y se hizo figura imprescindible. En el Café Universal de Madrid obtuvo éxitos memorables. Por él pasaron grandes entendidos que, arrobados, se deleitaban con su maestría. El maestro Sorozábal llegó a decir: “Esta mujer debiera haberse dedicado sólo al violín”. Muchos años después, un periodista de “Il Corriere de la Sera” diría: “OLGA IL VIOLINO CHI PARLA”.


¡Ay su violín…! De él nunca se desprendió desde que, casi al final de la guerra (no merece mayúscula esta vil palabra) lo adquirió con un dinero que pocos días después no serviría. A poco de tenerlo, volvía Olga del Conservatorio con unos compañeros; uno de ellos se brindó a llevarlo. Cruzaban la calle de Sagasta, un tranvía se acercaba y, de pronto, se abre el estuche y el preciado violín cae sobre las vías. El muchacho raudo lo recoge y todos corren a la acera. El violín no sufrió daño alguno pero, desde entonces y hasta que lo usó por última vez, siempre aseguró el alargado maletín con una liga de goma negra, de aquellas con que las damas sujetaban las medias de seda.
Aquel violín rojizo “francés de escuela italiana”, como decía orgullosamente, fue su fiel compañero hasta que en 1999 (63 años después) lo guardó definitivamente.


Aún recuerdo como lo cuidaba: Una vez firmemente apoyado sobre una mesa, mi madre abría con parsimonia el estuche y retiraba la gamuza de suave tacto con la que la noche anterior lo había arropado. Sus ojos expertos recorrían la superficie, satisfecha de su tersura que no presentaba atisbo de heridas. Entonces, casi sensual, deslizaba sobre la madera, centímetro a centímetro, una muñequilla impregnada de aceite de nuez hasta dejarlo jugoso.
Ahora el violín reposa en el armario de mi dormitorio, rodeado de mantones y plumas recordando, quizás, cada amoroso abrazo de Olga Ramos.

3 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena Olga, ha sido una idea estupenda!
    Me alegro que hayas escrito sobre Olga Ramos, virtuosa del violín.
    La primera vez que la escuché tocar, me impresionó tanto, y fué tan grande mi sorpresa, que estaba segura de escuchar a la mejor interprete de violín de España, y ya tenía Olga unos añitos.......
    Era una malabarista interpretando las obras más complicadas, pero tambien de mayor lucimiento.
    Muy bonitas las fotos....
    En algún lugar, parada en el tiempo, está la Olga Ramos treintañera arrancando notas divinas a ese violín que sobrevive cerca de tí. La música no nos llega pero sí el aplauso titileante de las estrellas.
    Visitaré el blog de vez en cuando.
    ¿Que tal si entre otras actividades, colgamos letras de sus mejores cuplés?
    Yo ya sabes que me sé unos cuantos..
    ¡Un abrazo JULIA

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  2. ¡Hola Olga!
    Acabo de escribirte un comentario...que creo que no ha llegado, pero cuenta con mi colaboración.
    Todo lo vuestro me interesa..
    Veamos si ahora tengo más suerte

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  3. Soy Julia Bustamante..
    Faya este saludo en calidad de prueba, ya que intento dejarte un comentario y no lo consigo.
    ¡Besos!

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